Al fin, después de todo lo ocurrido desde que apareció la pandemia, nos volvíamos a reunir en un Encuentro de Familias Invencibles. Es verdad que no habíamos perdido el contacto; gracias a las redes sociales, nos hemos mantenido comunicados e incluso nos hemos visto a través de la pantalla… pero hay que reconocer que el contacto humano supera todo lo demás. Así que este encuentro ha tenido de especial precisamente eso: volvernos a ver, a escuchar, a compartir nuestra vida y nuestra fe. Aún manteniendo las medidas de seguridad necesarias, hemos sentido la cercanía y el cariño de todos, alegrándonos de ver tantas familias conocidas de otros años y también alguna familia nueva que se ha animado a compartir con todos nosotros la alegría de la fe.
El Señor siempre va primero, y Él eligió para ese encuentro la ciudad de Ávila. Así que tuvimos muy presente en nuestras oraciones y actividades a Santa Teresa de Jesús. En el Encuentro han destacado los testimonios de vida de familias a las que no les ha importado exponer su debilidad y mostrar cómo el Señor les ha ayudado, acompañado y amado en esas circunstancias, haciendo visibles las palabras de Santa Teresa: “Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”.
También la participación de jóvenes ha sido numerosa. Ellos son el futuro de la Iglesia. ¡Los necesitamos! Se les ha cuidado y mimado, y ellos se han entregado de forma valiente, liderando por ejemplo, el Ministerio de la Música, que estuvo acertado en cada momento dejándose guiar por el Espíritu Santo. Muchas gracias desde aquí a todos vosotros por vuestra presencia. Es muy importante para nosotros ver que, a pesar de todo lo que nos rodea, sois luz para el mundo. Vuestro testimonio en el mundo es imprescindible y todos aportamos con nuestra vida nuestro granito de arena. En nuestra particular situación echamos de menos a nuestros dos hijos mayores que en la última reunión sí nos acompañaron, un tanto a regañadientes, para después reconocer el bien que les/nos hacía el Encuentro.
Y lo peor del encuentro… que fue corto. Nos tuvimos que despedir sin podernos abrazar y besar como otras veces. Esta vez nos despedimos con miradas y gestos que pretendían dar al otro todo nuestro cariño, y con el deseo en el corazón de poder repetir otra experiencia de vida y de fe con más familias que nos ayude en nuestro camina. No perdamos de vista lo importante: el camino a la salvación va de la mano de nuestra Madre, la Virgen María, que nos lleva a su hijo Jesús, fuente de toda Vida y Verdad.
Nuestra gratitud para con los organizadores y colaboradores, siempre tan dispuestos y entregados… ¡GRACIAS!