Salimos de casa el viernes 25 de marzo con una pequeña mochila, agua y el corazón expectante, pues nos hacía ilusión volver a ver a algunas familias que conocíamos y recorrer juntos parte del Camino de Santiago y los paisajes gallegos.
El Camino más antiguo y transitado del mundo tiene una enorme analogía con la vida y una gran capacidad de poner a reflexionar al caminante. Lo primero que notamos es que ir ligero de equipaje es algo que te pone contento, no sabemos bien por qué, pero cuando apenas tenemos lo mínimamente necesario descubrimos cuántas cosas no necesitamos para vivir y cuánto nos lastran las cosas y cómo nos liamos a acumular, cuando en realidad todo es prescindible y se viaja mejor ligero de equipaje.
Nada más llegar al punto de partida, las familias gallegas nos acogieron fenomenal y nos sentimos uno más de su grupo y Susana nos dio las credenciales donde nos sellarían cada tramo del Camino. Grabamos unos pequeños vídeos divertidos para 3 personas que no pudieron venir y las llevamos presentes en el corazón y oramos por ellas en el trayecto.
La organización del grupo y las etapas corrió a cargo de Susana, transcurrió de forma fluida y perfecta, es una excelente organizadora, una persona cercana, práctica, escucha muy bien, es humilde y sincera. Desde aquí nuestro agradecimiento.
Salimos a caminar animadamente, los más jóvenes en seguida nos tomaron la delantera con la fogosidad y energía que les caracteriza y les gustaba ir los primeros, marcando un paso más rápido. El viernes por la noche llegaron mucho antes que los adultos al albergue, sin embargo el sábado llegamos primero los mayores, que somos más sabios y estamos más acostumbrados a dosificar las fuerzas.
La primera noche llegamos al albergue y estaba cerrado. El encargado no recordaba nuestra llegada y tras llamarle debíamos esperar unos 30 minutos a que llegara. Nos pusimos a cenar en las mesas de piedra junto al albergue en una cena genial e improvisada donde se nos unió Damián, un chico joven medio húngaro, medio rumano, que viajaba solo y al que le gustó mucho nuestro grupo. Al final de nuestra cena se puso a llover, segundo inconveniente de la jornada, ya os dije que el Camino es como la vida misma, tuvimos que refugiarnos en un sitio muy pequeño y el encargado tuvo el detalle de llamarnos por teléfono, revelándonos dónde estaba la llave escondida para que pudiéramos entrar e ir acomodándonos y duchándonos. El Camino (y la vida) te sorprenden siempre con cosas buenas y malas, damos gracias infinitas por las buenas y ofrecemos las malas como un inmenso y majestuoso capital de gracias por todos los que están peor que nosotros y aprendemos de ello, de cada cosa, ganando en paciencia,
resiliencia, amor y sentido del humor.
En el Camino al igual que en la vida se ve la enorme generosidad y atención al detalle de algunas personas. Marga me prestó su capa de lluvia y se ofreció a quedarse en el albergue esperando a que viniera el encargado cuando vio mi cara de ilusión por ir a tomar una rica Estrella Galicia en el bar de enfrente… Algunas personas de verdad llaman la atención por un amor bien concreto al hermano. Desde aquí nuestro agradecimiento Marga por ese detalle ese día y por acoger e integrar a Damián, esa cerveza tras el cansancio de toda la semana y el camino del día nos supo
más rica que nunca.
Llegó la hora de dormir el viernes y todo eran risas y sentido del humor. Paqui amenizó la hora de acostarnos, todos en una habitación enorme llena de literas y también hicimos una oración de la noche sencilla y preciosa donde pude ver la profundidad de oración de nuestro hermano Gilberto que realmente tiene un don para poner en palabras y presentar el día ante Dios. Desde nuestras camas rezamos juntos jóvenes, niños y mayores en un momento que fue precioso.
El sábado tuvimos la etapa más larga, 27 km, fue duro, aquí pudimos observar que ir charlando con los hermanos hace mucho más corto y animado el trayecto. El Camino se hace más ameno y llevadero con los hermanos que te van contando cosas. Desde aquí nuestro agradecimiento a Eva, María, Marga, Susana y las interesantes charlas de historia, botánica y geografía local de Fran.
El Domingo, tras una noche reparadora en un albergue muy acogedor donde dormimos estupendamente y un desayuno espectacular en La Merenguela, emprendimos la última etapa del Camino que nos llevaría en tan solo 7 km. a la tumba del apóstol. En esta etapa del Camino conocimos a 3 familias muy riquiñas, como decís los gallegos, y sentimos lo bueno que es conocer a otros padres que pasan por tus mismas situaciones e idénticos u otros problemas, lo que nos hace salir de nosotros mismos, compartir la fe e ideas útiles y ayudarnos unos a otros. Cuando estamos solos no crecemos, porque nos ahogamos en los muros de nuestras propias dificultades y nos obsesionamos con nuestros propios retos y obstáculos, y no vemos que hay otras personas y familias que viven situaciones distintas o similares a las nuestras, de las que podemos aprender muchísimo cuando nos damos ocasión de compartir juntos.
En la Catedral de Santiago, preciosa e imponente como siempre, limpia y restaurada como nunca, asistimos a la misa del Peregrino y nos encontramos con un arzobispo muy cercano y cariñoso, que nos hizo una excelente reflexión sobre el retorno del Hijo pródigo en una homilía sencilla, breve, clara y muy útil. Nos explicó que la parábola del Hijo pródigo es en realidad la parábola del Dios misericordioso y bueno, porque así nos ama y nos espera Dios, así es su forma de ser, restaura nuestra dignidad de hijos, hace una fiesta cuando volvemos, nos da todo su cariño y desea nuestra felicidad. El arzobispo nos hizo esta pregunta: ¿En qué estamos malgastando los bienes que nos dio nuestro Padre? ¿En qué estamos tirando los dones y talentos que Él nos dio? ¿A dónde nos está llevando, a construir o a destruirnos y a la nada como el hijo pródigo? El tiempo no transcurre de balde…
El Domingo también pudimos compartir una comida entrañable entre todos y nos despedimos deseándonos lo mejor. Muchas gracias a todos por un fin de semana único e irrepetible. Quizá lo más reseñable y curioso de todo fue cuando el joven húngaro Damián se unió a rezar con nosotros en el suelo, en medio del Camino y se puso a grabarnos y dijo que ese momento había sido lo más bonito de su Camino. Gracias a Javier por la música y a Nacho por la organización de la vuelta y a Eva y Nacho por habernos invitado y acogido en su casa. Un abrazo enorme y hasta la próxima, queridos hermanos.
Teresa y Fernando – Familia Wagener Díez